2.4.23

Los amigos que ya no son

 


Siempre he fantaseado con tener un sistema de grabado de pensamientos interesantes (para mi, claro) para luego darle play y volverlos a repasar en mi mente uno a uno, porque muchas veces no le sigo el ritmo a mi propia mente aunque quisiera, menos cuando me estoy por dormir con la cara fusionada en la almohada y ella no para, removiendo información muy valiosa pero que solo viene a mi en ese momento de paz, silencio, soledad y quietud.


Cuantas veces he recordado esas tardes, tranquilas, de corazón abierto, de mates, galletitas con pasas y gomitas. La presencia insustituible.

También he añorado con todas mis fuerzas la magia de esas mañanas cómodas y perfectas de buena música, de compañía, de piernas y espaldas cansadas, sentadas o tiradas en un rincón donde daba el sol, riéndonos de todo con las últimas fuerzas que nos quedaban.

Las noches de fiesta donde llegué a sentir que no podría estar en un lugar mejor que no fuese ese en donde estaba, incluyendo al mundo entero (aun sabiendo que el mundo es una mierda).

Eh extrañado el entendimiento, los abrazos sinceros que se fundían sostenidos, el saber, el ida y vuelta el espejo del que me hablaron.

Me ha llegado el dolor de la desilusión, un dolor que me atravesó, que fue y vino y por suerte se ha ido lejos y nunca mas volvió pero también se llevó otras cosas...

Las casas abiertas que oficiaron de refugio, el querer tanto al punto de desear que el otro se sienta hasta mejor que uno mismo.

Los cumpleaños, los sándwiches de pavita, los regalos porque si, las milanesas al medio día. Las tarjetitas, el parque, las tardes de verano, las cenas, las plantas, el olor a vainilla, los planes invernales, los buzos de lana que a mi no me gustaban, los churros del parque rodó.

Ser felices con poco o capaz era mucho y yo no me daba cuenta. Las charlas infinitas, siempre infinitas. Aseguro que en el mas allá siguen resonando y siguen siendo infinitas y enriquecedoras.

Las sorpresas, la diversión, coincidir en pensamiento y conclusión, la fiesta de estar riéndonos de cualquier cosa.

He pensado tantas veces a donde van los amigos que ya no son? Que no están.

A donde quedan?

No tengo respuesta.

No digo las personas, digo la conexión vibrante y genuina que existió?

Como algo que traspasa tiempo, lugares y perdonas puede esfumarse así?

Lo he aceptado. Ha dolido. Lo acepto, lo he dejado ir. El tiempo enseña y cura.

La vida muta y eso esta bien.

Y vuelvo al principio. A rememorar, a recordar y recordar significa volver a pasar por el corazón. Que feliz me hacen esos recuerdos.

Que feliz fui de poder compartir. Atesoro cada momento donde guardo solo las cosas lindas en mi corazón.


Isabel De Sosa Viera (Uruguay 1983)

1 comentario:

Carmela dijo...

Es bueno recordar los lindos momentos. Y es bueno aceptar que la vida, como bien dices, muta.
Me gustó leer tus reflexiones.
Un beso.