Admito que mi cura es tu cuerpo.
Es empíricamente demostrable.
TÚ en altas dosis, intravenoso
amor líquido. TÚ bajo mi lengua.
Y tus manos, aún vistas desde lejos
provocan mil seísmos despiadados
de telúrica convulsión ansiosa
que reabren sangrantes y viejas fisuras.
Afirmo que el remedio es acecharte,
esperarte, con el miedo desnudo,
y ser yo quien de ti brote al lamer
el musgo bajo el hueco de tu sombra.
Y es la anatomía de tu existencia
el antídoto al desvalimiento crónico
que mantiene cosida mi cintura
al más cruel y mortal aburrimiento.
Es empíricamente demostrable.
TÚ en altas dosis, intravenoso
amor líquido. TÚ bajo mi lengua.
Y tus manos, aún vistas desde lejos
provocan mil seísmos despiadados
de telúrica convulsión ansiosa
que reabren sangrantes y viejas fisuras.
Afirmo que el remedio es acecharte,
esperarte, con el miedo desnudo,
y ser yo quien de ti brote al lamer
el musgo bajo el hueco de tu sombra.
Y es la anatomía de tu existencia
el antídoto al desvalimiento crónico
que mantiene cosida mi cintura
al más cruel y mortal aburrimiento.
Rosario Troncoso ( Cádiz - España 1978)
4 comentarios:
Siempre el cuerpo del otro es nuestra cura, aunque a veces, coyuntural...
Pur(t)a pasión!
Jaja! buenisimo Isra! XD
Hay cuerpos que curan.
El mio no suele ser usado con esa función.
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